"Hemos aprendido a volar como pájaros.
Hemos aprendido a nadar como peces.
No hemos aprendido aún a vivir como hermanos"
Martin Luther King
El nacimiento de un niño es un hecho de lo más cotidiano. Tan cotidiano como el brote o yema de un vegetal o el nacer del pequeñín de algún animal. ¿En cuántos segundos llegan a este mundo? Ver el andar, jugar, o el oír el canto-alegría de un niño, sentir la tersura de su piel, recibir las ondas de su sensibilidad, es también un hecho de lo más cotidiano. ¿Cuántos vemos, oímos, sentimos? Sin embargo, también es un hecho cotidiano, percibir sin conciencia su presencia. Osea, el no verlos, oírlos, sentirlos: el pasar desapercibido ante nuestros sentidos. Incluso, en ocasiones los propios hijos, son percibidos bajo el cristal de la rutina. Simplemente, en el mejor de los casos, son tolerados.