sábado, 3 de noviembre de 2012

Una noche en claro de luna


El pecado original y la expulsión
de Adán y de Eva del Paraíso
(El Génesis, Miguel Angel)
Y nacerá otra fábula
Yo hombre
nosotros hombres
verdaderos prójimos hermanos
en el cielo en la Tierra
en todo el Universo
ordenamos a
 nuestras manos
cerebros y almas
crear otro génesis
otra ciencia otro Dios
El hombre
el mismo su propia génesis
su propia ciencia su propio Dios
hombre dios del hombre
 dios del Universo
él único verdadero creador
y al fin en la Tierra tendremos todos
iguales bienes para vivir en verdad
Y en este tiempo solo es una fábula
hasta que entre todos hacerla
irrefutable realidad
fin de la fábula


                                                                            Paseo bajo la luna, de Vincent Van Gogh
Quien no ha visto la luna iluminada envolviendo en su haz algún valle, cumbres de montañas, la inmensidad del mar, la languidez o premura del río, o el vuelo libre de las aves o al navegante en alta mar para que halle el camino que siempre busca. En cada caso, nuestro estado de ánimo –o el alma- cantará o llorará –en voz alta, baja o en silencio- de acuerdo al nudo de sentimientos que en ese momento nos sacude, y que a su vez, es la expresión del impacto –cercano o lejano- de aquél o aquellos acontecimientos que nos han tocado hondo durante la vida dejando indeleble huella. Y sea bajo violín o viola, oboe o flauta, piano u órgano o clavecín. O bajo el rumor del mar o de la brisa en el maizal o prado de hierbas, o simplemente, bajo el viento cruzando el bosque o trepando montañas, como solista o en acompañamiento o todos en orquesta, el raudal sonoro al llegar a nuestros sentidos, hará subir ese impacto o tejido de huellas hasta el mundo sublime del alma. Y bajo su influencia o estímulo, veremos, sentiremos en lo más hondo, el vuelo libre – y nosotros mismos- de un majestuoso adagio o allegro, un andante o vivace,  a ratos en fuga o giga, o en un nocturno amoroso o en gotas de sudor de un grabado dolor. Y en cada uno de esos momentos, en cada uno de nosotros –libre o amurallado-, según particular naturaleza o sensibilidad, estaremos testimoniando nuestra condición humana –y a su vez, el nivel de existencia-. Y torrentes de recuerdos, aspiraciones, esperanzas y vivencias se vuelcan a danzar sobre el borde de cada sonido,  cada onda, de cada color, cada sensación, de cada respiración, aún cuando estemos viviendo la cruda realidad de este tiempo –y creo que a causa de él- de vida. Y ésta será una contradicción irreductible.



Y pensamos
que esta contradicción,
la plasma César Rengifo
en estas dos obras
porque el hombre desde siglos
vive en éxodo
en su propio planeta Tierra


Éxodo










Pero, se sentirá un tanto distinto –aunque en esencia igual- cuando el baño lunar cae sobre alguna ciudad, o pequeño poblado o vivienda aislada o improvisada, claramente diferenciado entre sí por la pobreza u opulencia material. La lluvia plateada lunar resaltará o revivirá o hará flotar, como una invisible sinfonía, cada condición de vida. Si es pobre o humilde o de riqueza moderada u opulenta, el efecto lunar hará presentirla o sentirla o visualizarla distinta para cada habitante según la situación social y económica. Pero, es posible que el pobre y humilde, aunque irremediablemente bajo un manto de melancolía, vibre más intenso, y podrá verse más radiante que aquél que cree que lo es por el simple hecho de poseer y disfrutar privilegios y riqueza material. Y hasta podría llegarse al extremo de ver un niño soltar una lágrima en color alegre ante un mendrugo de pan o un imprevisto juguete barato, o ante un vestido adquirido con mucho sacrificio, aunque fuese usado o de muy bajo costo, y, sin más, como instante mágico, verlo soltar la risa. Y ello, será prueba de que sí, realmente, existe la vida auténtica –aunque sea en un rayito: la maravilla de la alegría aún en melancolía-, y que ella –la vida- con trabajo y esfuerzos podrá ser alcanzada, aunque deba empezarse desde pequeña escala, con un reír a medias o forzado sonreír para luego ir extendiéndose, como lo hace el haz de luna, a todos.

                                                                             Instante mágico, de César Rengifo
Pero una cosa afirmamos: nunca habrá verdadera alegría y felicidad -permanente y sostenida- que venza a la tristeza y al sufrimiento, mientras existan las desigualdades, las degradaciones y la violencia que las instaura, aunque oigamos por alguna ventana o puerta entreabiertas algún reír ruidoso o bulliciosa alegría, en uno u otro espacio habitable. Porque la vida verdadera, y con ella, el disfrute de la felicidad, que habrá que alcanzarla a través del trabajo creador y de la cadena del amor, no es para uno o para unos pocos, sino para todos: la vida y la felicidad no pueden ser cosas aisladas, de solo disfrute individual, egoísta, sino fundamentalmente realidades colectivas. Porque si el Ser, de individual ha de hacerse social, serse Ser social, también habrá de suceder con sus sentimientos, con sus esfuerzos, con sus productos, y con ellos, toda la vida: una vida, solo vida entre hombres hermanos. Un vivir de hermanos, condición imprescindible para hacerse humano, y vivir como humanos: la verdadera humanidad. Y dentro de esta condición de existencia, ubicamos –imprescindible, inseparable, obligada necesidad para que el vivir sea verdadero- la vida para todo ser vivo, igual derecho de vivir para todos –aún, el más microscópico de los seres-, cualquiera sea su escala, reino, género o especie. Porque el planeta Tierra es “propiedad” de todo habitante, no solo del hombre.

                                                                 La creación, de Marc Chagall
Y ¿por qué ocurre este particular fenómeno en el mundo sensible del hombre, si sabemos que la luna solo es un satélite, una gigantesca “roca” inanimada, que solo refleja la luz solar, girando alrededor de la Tierra? Creemos que la fuente de este fenómeno está en esta irreductible contradicción, pero que ésta a su vez, expresa una antigua aspiración –que viene postergándose en el tiempo- de verla y sentirla definitivamente resuelta: en síntesis, la realización plena del hombre para que pueda ver volar –y sentirlos- libre  sus sentimientos, con capacidad de captar la belleza y la justicia, y gozarlas en cualquiera escala y dimensión, sin la amenaza de las desigualdades, degradaciones y opresiones. Y cuando ello sea posible, creemos que podrá nacer un Arte –fin el del grito y el del llanto-, que realmente exprese fielmente la libertad -esa “doncella” tan afanosamente buscada en el tiempo-, y que guíe como vivirla en el mundo real e interior del hombre, hasta el extremo de que cuando por alguna circunstancia surja la tristeza o melancolía, éstas solo sean productos de la propia alegría.

Un Arte, que solo cante: al fin libre! Al fin, pájaro! Todo color, nota, palabra, arcilla o mineral, será su material luminoso para la creación libre de una expresión luminosa… a imagen y semejanza –remedando una cita bíblica- de este hombre, ya libre. Y ¿en ese momento, éste hombre como sentirá el caer del raudal lunar o como oirá –y sentirá- el violín y la flauta, el violoncelo y oboe, el corno y piano, o el laúd, clavecín u órgano? En ellos, sean solistas, en acompañamientos  o en orquestas, aseguramos que su canto-música será otro. Y en el lienzo o en la arcilla o mineral, en la pincelada, el grabado o en la talla, la Obra será otra. Sencillamente, otro hombre vivirá otro tiempo de vida: el de la verdadera humanidad. Y entonces, después de derrumbar ventanas, puertas, sombras o muros que hoy le obstruyen para encontrar la luz, advendrá el reino del niño, y él, todo será empezar, crecer para solo fundar y sostener en ciclos de reproducción la vida.


La luz siempre la meta
y si el pintor logró asirla
él también lo hará
solo es una cuestión de tiempo
de amor de perseverancia
y amar la vida
                                           
Armando Reverón
incesante busca la luz
sus paisajes son las muestras
de esta incansable busqueda
y la buscaba sobre el mar
sobre colinas de su tierra nativa
dentro de si  mismo
y paso a paso la fue plasmando
y nos la dejó en sus lienzos

















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