El pecado original y la expulsión
de Adán y de Eva del Paraíso
(El Génesis, Miguel Angel)
Y nacerá otra fábula
Yo hombre
nosotros hombres
verdaderos prójimos hermanos
en el cielo en la Tierra
en todo el Universo
ordenamos a
nuestras manos
cerebros y almas
crear otro génesis
otra ciencia otro Dios
El hombre
el mismo su propia génesis
El hombre
el mismo su propia génesis
su propia ciencia su propio Dios
hombre dios del hombre
dios del Universo
él único verdadero creador
y al fin en la Tierra tendremos todos
iguales bienes para vivir en verdad
Y en este tiempo solo es una fábula
hasta que entre todos hacerla
irrefutable realidad
fin de la fábula
Paseo bajo la luna, de Vincent Van Gogh
Quien no ha visto la luna iluminada envolviendo
en su haz algún valle, cumbres de montañas, la inmensidad del mar, la languidez
o premura del río, o el vuelo libre de las aves o al navegante en alta mar para
que halle el camino que siempre busca. En cada caso, nuestro estado de ánimo –o
el alma- cantará o llorará –en voz alta, baja o en silencio- de acuerdo al nudo
de sentimientos que en ese momento nos sacude, y que a su vez, es la expresión
del impacto –cercano o lejano- de aquél o aquellos acontecimientos que nos han
tocado hondo durante la vida dejando indeleble huella. Y sea bajo violín o viola,
oboe o flauta, piano u órgano o clavecín. O bajo el rumor del mar o de la brisa
en el maizal o prado de hierbas, o simplemente, bajo el viento cruzando el
bosque o trepando montañas, como solista o en acompañamiento o todos en orquesta,
el raudal sonoro al llegar a nuestros sentidos, hará subir ese impacto o tejido
de huellas hasta el mundo sublime del alma. Y bajo su influencia o estímulo,
veremos, sentiremos en lo más hondo, el vuelo libre – y nosotros mismos- de un
majestuoso adagio o allegro, un andante o vivace, a ratos en fuga o giga, o en un nocturno
amoroso o en gotas de sudor de un grabado dolor. Y en cada uno de esos
momentos, en cada uno de nosotros –libre o amurallado-, según particular
naturaleza o sensibilidad, estaremos testimoniando nuestra condición humana –y
a su vez, el nivel de existencia-. Y torrentes de recuerdos, aspiraciones,
esperanzas y vivencias se vuelcan a danzar sobre el borde de cada sonido, cada onda, de cada color, cada sensación, de
cada respiración, aún cuando estemos viviendo la cruda realidad de este tiempo –y
creo que a causa de él- de vida. Y ésta será una contradicción irreductible.
Y pensamos
que esta contradicción,
la plasma César
Rengifo
en estas dos obras
porque el hombre
desde siglos
vive en éxodo
en su propio planeta
Tierra
Éxodo
Pero, se sentirá un tanto distinto –aunque en
esencia igual- cuando el baño lunar cae sobre alguna ciudad, o pequeño poblado
o vivienda aislada o improvisada, claramente diferenciado entre sí por la
pobreza u opulencia material. La lluvia plateada lunar resaltará o revivirá o
hará flotar, como una invisible sinfonía, cada condición de vida. Si es pobre o
humilde o de riqueza moderada u opulenta, el efecto lunar hará presentirla o
sentirla o visualizarla distinta para cada habitante según la situación social
y económica. Pero, es posible que el pobre y humilde, aunque irremediablemente
bajo un manto de melancolía, vibre más intenso, y podrá verse más radiante que aquél
que cree que lo es por el simple hecho de poseer y disfrutar privilegios y riqueza
material. Y hasta podría llegarse al extremo de ver un niño soltar una lágrima
en color alegre ante un mendrugo de pan o un imprevisto juguete barato, o ante
un vestido adquirido con mucho sacrificio, aunque fuese usado o de muy bajo
costo, y, sin más, como instante mágico, verlo soltar la risa. Y ello, será prueba
de que sí, realmente, existe la vida auténtica –aunque sea en un rayito: la
maravilla de la alegría aún en melancolía-, y que ella –la vida- con trabajo y
esfuerzos podrá ser alcanzada, aunque deba empezarse desde pequeña escala, con
un reír a medias o forzado sonreír para luego ir extendiéndose, como lo hace el
haz de luna, a todos.
Instante
mágico, de César Rengifo
Pero una cosa afirmamos: nunca habrá verdadera
alegría y felicidad -permanente y sostenida- que venza a la tristeza y al
sufrimiento, mientras existan las desigualdades, las degradaciones y la
violencia que las instaura, aunque oigamos por alguna ventana o puerta
entreabiertas algún reír ruidoso o bulliciosa alegría, en uno u otro espacio
habitable. Porque la vida verdadera, y con ella, el disfrute de la felicidad, que
habrá que alcanzarla a través del trabajo creador y de la cadena del amor, no
es para uno o para unos pocos, sino para todos: la vida y la felicidad no
pueden ser cosas aisladas, de solo disfrute individual, egoísta, sino fundamentalmente
realidades colectivas. Porque si el Ser, de individual ha de hacerse social, serse Ser social, también habrá de suceder con sus sentimientos, con sus
esfuerzos, con sus productos, y con ellos, toda la vida: una vida, solo vida entre hombres hermanos. Un vivir de hermanos,
condición imprescindible para hacerse
humano, y vivir como humanos: la verdadera humanidad. Y dentro de esta
condición de existencia, ubicamos –imprescindible, inseparable, obligada
necesidad para que el vivir sea verdadero- la vida para todo ser vivo, igual
derecho de vivir para todos –aún, el más microscópico de los seres-, cualquiera
sea su escala, reino, género o especie. Porque el planeta Tierra es “propiedad”
de todo habitante, no solo del hombre.
La creación,
de Marc Chagall
Y ¿por qué ocurre este particular fenómeno en
el mundo sensible del hombre, si sabemos que la luna solo es un satélite, una
gigantesca “roca” inanimada, que solo refleja la luz solar, girando alrededor
de la Tierra? Creemos que la fuente de este fenómeno está en esta irreductible contradicción, pero que ésta
a su vez, expresa una antigua aspiración –que viene postergándose en el tiempo-
de verla y sentirla definitivamente resuelta: en síntesis, la realización plena
del hombre para que pueda ver volar –y sentirlos- libre sus sentimientos, con capacidad de captar la
belleza y la justicia, y gozarlas en cualquiera escala y dimensión, sin la
amenaza de las desigualdades, degradaciones y opresiones. Y cuando ello sea
posible, creemos que podrá nacer un Arte –fin el del grito y el del llanto-,
que realmente exprese fielmente la libertad -esa “doncella” tan afanosamente buscada en el tiempo-, y que guíe como vivirla en el mundo real
e interior del hombre, hasta el extremo de que cuando por alguna circunstancia
surja la tristeza o melancolía, éstas solo sean productos de la propia alegría.
Un Arte, que solo cante: al fin libre! Al
fin, pájaro! Todo color, nota, palabra, arcilla o mineral, será su material
luminoso para la creación libre de una expresión
luminosa… a imagen y semejanza –remedando
una cita bíblica- de este hombre, ya libre. Y ¿en ese momento, éste hombre como
sentirá el caer del raudal lunar o como oirá –y sentirá- el violín y la flauta,
el violoncelo y oboe, el corno y piano, o el laúd, clavecín u órgano? En ellos,
sean solistas, en acompañamientos o en
orquestas, aseguramos que su canto-música será otro. Y en el lienzo o en la arcilla o mineral, en la pincelada, el
grabado o en la talla, la Obra será otra.
Sencillamente, otro hombre vivirá otro tiempo de vida: el de la verdadera
humanidad. Y entonces, después de derrumbar ventanas, puertas, sombras o muros que
hoy le obstruyen para encontrar la luz,
advendrá el reino del niño, y él, todo será empezar,
crecer para solo fundar y sostener en ciclos de reproducción la vida.
La luz siempre la meta
y si el pintor logró asirla
él también lo hará
solo es una cuestión de tiempo
de amor de perseverancia
y amar la vida
Armando Reverón
incesante busca la luz
sus paisajes son las muestras
de esta incansable busqueda
y la buscaba sobre el mar
sobre colinas de su tierra nativa
dentro de si mismo
y paso a paso la fue plasmando
y nos la dejó en sus lienzos
No hay comentarios:
Publicar un comentario