martes, 4 de septiembre de 2012

Alberto como estas palmas

Cuando un niño llora
el alma se abre en diluvio
cuando un niño ríe
el alma en fiesta
celebra la vida

 
Y su andar en este cielo
entre palmas 
hasta ser lluvia y sol 
sobre Boconó


En la vida el hombre es su propio testimonio: uno, de gran significación, es el nacer de niños, que es una floración del polvo divino. Otro, de igual valor, es el regreso del hombre a la tierra, que es un volver al polvo divino. Y en este tránsito, lucha para alcanzar un estado de felicidad. Pero en este tiempo, circunstancias adversas se oponen. Y en el caso de Alberto Sananes, su biografía nos cuenta cómo luchó para llevar su vida por senderos seguros.

Y en ésta, se define como hombre de ciencia económica, vale decir, medidor y registrador de actos productivos de los hombres. Pero, en última instancia, fue un arreglador de asuntos humanos, hasta donde podía hacerlo. Y en uno de ellos, a Alberto, le deciden que sería su último. En éste, con su saber, pretendió o trató arreglar lo desarreglado. Y de allí, como quién toma un bajel entre espumas, eleva ancla y vela, zarpa para un azul de confines, en donde habrá de continuar en la Economía a favor de lo humano.




De su vida resalta: 1) De Caracas -y desde niño vivió aquí un primer tramo-, ya hombre -en su último tramo- fue a vivir a Boconó, un bello pueblo andino, muy animoso, llamado el “Jardín de Venezuela”, rodeado de bellas colinas verdes, y a sus pies, le corre un tranquilo río. En este verdor, brisas y aguas, Boconó, le ahondó su sensibilidad. 2) Vivió en una casa a poca distancia de la ribera del rio, cuyas aguas corren mansas, sin prisa en el andar, y que parecen semejar al caminar de Alberto, de mansedumbre como si quisiera ganar tiempo para que su corazón pudiera llevarle a destino seguro. 3)  Se le veía por esta grata plaza -Plaza “Bolívar”, entre la Alcaldía y la Iglesia-, de acogedores bancos, arboleada de bellos y altos árboles -mijao, mamón, jacaranda, jabillo, jazmines- y bañada por una reconfortante brisa andina. Y por este portal entraba a caminar al son de sus pensamientos, y en ocasiones hacia la Alcaldía, para ayudar a organizar sus quehaceres. Y a un costado, el café-panadería, donde discurría en charla animosa con sus amigos, planeaba sus tareas, y exponía sus inquietudes. Y en este Boconó, armó todo un tejido de relaciones fraternas. 4) Y ahora, después de su partida, cualquier hecho político que viva el país nos hará vivamente recordarlo, porque era su tema recurrente, en especial, como casi obsesión, la búsqueda de salida al actual drama político.
                                                       
Y Alberto, en su etapa de Boconó, a su manera, vivió, al lado de su compañera Sonia, y un prometedor hijo de 14 años, George Henrique, quién asegura va honrarle con la terminación de sus estudios -ingeniero petrolero-, y en el deporte -kárate- llegar hasta el de alta competencia. Y en este vivir, una gran parte lo ocupó su lucha permanente para que la aurora no dejara de brillar en el  delta de su corazón. Y a menudo alumbraba su rostro con un leve sonreír de niño, que acentuaba aún más con su típico saludar y en ese mecerse a ambos lados en su andar como ese rio, a donde a su vera vivía. Y habría que añadir el salpicar de chistes para la libre risa de quienes  le rodeaban. Pero, todo lo deja -y cuanto quería continuar en la vida-, para emprender alta vela. Estas son algunas de las cosas que aroman su biografía.                                                                                                                                                                                   
Y cuando puse mi mano sobre su pecho, le entregué un clavel amarillo para que alumbrara su camino. Y al girar para tomar su nuevo rumbo, le prendí la ofrenda del “arioso” de JS Bach, en una versión celta.  


Alberto, aquí te quedamos para guardar esta huella-biografía como una referencia. Y desde aquí, desde este mismo tiempo, recordándote siempre bajo las tonadas de JS Bach, necesario el renacer de otros hombres, otra historia sin destinos predeterminados.

  
                                   Y bajo el mirar de la montaña se puede sentir su andar 
                                   de manos de la brisa por las sendas arboladas