La vida del hombre en este tiempo de penumbra
se parece a la vida de ciertas
arañitas del trópico
que viven resistiendo vendavales tras
vendavales
tejiendo y retejiendo su telaraña hábitat
de su vida
pero mientras la arañita aprende a
mejorar su tela
después de soportar y pasar cada
temporal
para autosostener su propósito de
vivir su vida
el hombre sin parar teje y reteje su
tela de violencia
autososteniendo la antivida de este
tiempo
La persistencia de la memoria/Salvador Dali |
En el lenguaje de las Ciencias
–pero también en el lenguaje de la prosa-, ciertamente el Tiempo y Espacio son dos magnitudes físicas, un par cósmico armónico volando en el
Universo, que tienen una existencia inagotables –aparentemente intangibles-, inseparables,
en interdependencia dialéctica. Pero en la realidad concreta y cotidiana del
hombre, el espacio-tiempo pareciera poco
tener que ver con su vida. Y en esta misma realidad, ellos son dos “seres” que
andan por donde quieran en plena libertad inacabable, ofrendándose sin
distingo, a todos dando cobijo, pero en la vida terrena temporal, al hombre de
este tiempo les toca una cruel desproporción del reparto. Y mientras ellos existen
con “gobierno” propio para manifestarse dónde quieran y cómo quieran, él “vive”
sumido en una alienación cada vez más degradante, una vida sin dirección ni
sentido verdaderamente humanos. ¿pero quién es el autor de esta contradicción
tan desproporcionada? ¿cómo, por qué se da en el espacio-tiempo? ¿es natural o
artificial? ¿por qué parte importante del conocimiento se dedica al conocer de
ellos, y para el hombre en su existencia social concreta es casi nada hasta el
punto de tener una vida tan precaria?
Y en verdad, este par alado cósmico, son como dos entes-misterios,
pero que a su vez no lo son tanto porque a todos nos tocan, nos contienen en cualquier
lugar, como nuestra propia cuna universal que aquella maravillosa explosión estelar
nos entregó para existir, junto a tantos otros, como seres cósmicos que realmente
somos: a cada quién un “lugar” cósmico
para que cada quien construya su “puesto” cósmico en el planeta Tierra, una oferta real que entrega el Universo. Y
¿la hemos aprovechado para hacer tal construcción que definitivamente libere al
hombre de tantas ataduras materiales-espirituales?
Y ellos a lo largo de
su expansión –en su doble condición: relativo y absoluto- aseguran su
existencia universal, pero nosotros, solo hemos asegurado una existencia
precaria: cómo existimos, el cómo y para
qué vivimos. Ellos son reales, soberbios, magníficos, omnipresentes. Nosotros
como pésima “ficción”, pero habitando dura realidad. En verdad, cada quien por
su “lado”: ellos por el suyo, con su propia dialéctica, en bella luminosidad. Nosotros,
en el nuestro, andando como sin dialéctica o con una ajena, prestada, en
penumbra. Hasta el presente existimos –en una madeja de pasados-presentes- como
una contradicción irresoluta, preñada de violencia, y exhibiendo una angustiosa
pregunta: ¿cuándo acercarnos mutuamente? ¿cuándo vamos a existir en hermosa
armonía, como ellos mismos lo son? ¿cuándo lo “tuyo” es lo “mío”, y lo “mío” lo
“tuyo” tanto en lo singular como en lo plural? ¿cuándo seremos hermanos, y al
fin, alcanzar el sueño del poeta Whitman
y de tantos otros poetas, incluido el mismo hombre?
Tiempo
y Espacio plenos de existencias,
increíblemente disímiles –y a la vez, bellamente congénitos, armónicos-, pero
para el hombre tan disímil que pareciera que su vida no existiera, no les importa,
pese a que nosotros nacemos en multitud, pero morimos también en multitud: unos
a pocos de nacer, otros aún sin nacer, muchos “viviendo” pero muertos en vida,
y muchísimos, sin saber por qué mueren, rupturas violentas de los ciclos de
vidas. Mientras ellos, transcurren satisfactoriamente en sus ciclos, donde se
desenvuelven cómo y dónde quieren, y a la vez, aparentemente, parecieran no
tener tiempo ni espacio –entendido en sus sentidos relativos- para su propio fin
concreto, sino que les “vemos”, los “sentimos”, en vida infinita,
constantemente como definiéndose en su propia eternidad. ¿Y la vida nuestra
cotidiana en ese espacio-tiempo en qué dirección y sentidos van? ¿cómo
habitamos material y espiritual en esa inmensidad?
En verdad, en última
instancia, un permanente desdoblamiento de existencias, como un mágico espejo,
que guindando todo lo desdobla, que recuerda aquel trozo de la leyenda bíblica del
dios Jehová ante la Torre de Babel: y apuntando con su dedo “divino”, dijo al
hombre… confúndanse sus lenguas…y el
hombre, antes unido, ahora confundido en lenguas distintas, ya no conociendo al
otro, bajo horrible temor acatando el mandato de dios, se dispersó despavorido…
Y atravesando históricamente el espacio-tiempo,
hasta el presente así “vivimos”.
Desdoblamientos por
doquier. Por una parte, ellos mismos en imágenes espacios-tiempos, pero solo lo
hacen para manifestar su existencia plural, su potencia diversa, vital eterna,
peregrinos estelares acunando vidas. Y por otra parte, desdobles que conciernen
a nuestras vidas concretas y cotidianas, pero para garantizarnos una existencia
en un plano de la cruel realidad: la de la tragedia-comedia, que envuelve tanto
al hombre, como a su entorno vivo, ambos depredados por su propia acción. Y
hasta hoy, todos los espaciostiempos –en sentido relativo y concreto-, están
llenos de violencia sistemática protagonizada por el hombre. Y éste desdoble, ¿acaso
un propósito misterioso inconfesado -que crea y funde imágenes, confundiéndolas,
pasándola como “cosas” naturales, que se dan espontáneas-, para impedir el
develar, concientizar el signo del espacio-tiempo? Pero, ¿propósito de quién,
para quiénes, para qué? ¿y hasta cuándo soportar la vida desdoblada del hombre
que ya lleva siglos padeciéndola?
Lefauxmiroir (Espejo falso)/Rene Magritte |
En verdad, como magnitudes absolutas físicas, son dos “seres”
maravillosos como unos magos en el curso
de sus propios destinos, sin edades, sin definidas formas, como despreocupados
en su andar, bañados en multiplicidad de ondas-colores, andando en una evolución
sin término hacia arriba hacia abajo, subterráneos, en la multitud de todos los
intersticios de la vida, hermanados al sol y a la lluvia. Y siempre envueltos
en el bello sonido de la música de la naturaleza y del Universo, expresándose
en armonía, al punto que ellos mismos son sinfonías, y a la vez sonatas, fugas,
oratorios, bellas suites. Espacio y Tiempo, tocándose, rozándose, abrazándose
en toda su concavidad y convexidad -¿entonces, dónde andan, existen los tales
dioses?-, sin saber hasta dónde llegar
en su expansión, pero a pesar de esta “ignorancia” bellamente infinita, nos prueban
sus existencias viviendo y manifestándose a través de las estaciones bajo sus
bellas formas: primaveras, veranos, otoños, inviernos – ¡qué hermoso si
pudiéramos ser como ellos ¡¿y cómo llegaríamos a serlo?-. Y desprendiendo, como
hadas que flotan en comunión: la belleza,
la verdad, la justicia, la siempre libertad, el amor, balsamándolos en un
solo cuerpo, que parece gritarle al hombre: ¡aquí
tienen, aquí hay para todos, una oferta universal de simientes! Y,
entonces, ¿por qué tantas vidas empobrecidas? ¿tantas existiendo sin el goce de
estas simientes?
Pero…el siempre eterno
pero, preposición benévola, y a la
vez, malvada…y a espaldas de estas simientes,
fluye el grito que devela lo que hemos
sido, somos, lo que seremos, y en contrapartida, otro grito: ¡Tiempo!
¡Espacio! ¿para qué vuestra oferta? ¿en verdad para quiénes? ¿hasta cuándo esa
rebatiña para solo subsistir o morir en violencia, sin nunca -hasta el
presente- terminal nuestros ciclos de vida? ¿por qué unos poquísimos son los
que se apropian en abundancia la mayor parte de esa oferta mientras los otros, los
muchísimos que somos, plenando cualquier rincón del mundo, y pese a nuestros
ingentes esfuerzos estirando los brazos, corazón y alma –el trabajo-, apenas
logramos alcanzar una infinitésima, migajas? ¿por qué tan horrible desigualdad de
tamaño tanto como la extensión de la misma diversidad de la vida? Tiempo y Espacio, entes absolutos, pero a
su vez sencillo tiempo y espacio -relativos,
concretos y a la vez intangibles-, medidos con instrumentos científicos para
ser como guardianes de la vida, parecieran existir gracias a tan multitud de
contradicciones. Acaso, ¿esperando la decisión del hombre, para algún día
llegar a ser un todo armónico?
Y después de tantos
tránsitos de violencias: pasados y presentes, ovillados mutuamente, solo apenas
rozando el futuro, ésta es la vida que par “ninfas
aladas” ofrecen al hombre de este tiempo. Entonces, con este “vivir” ¿cómo
llegar a ser humano? ¡Vergüenza¡, porque sabemos que desde allá de su historia
comenzada, pero interrumpida, suspendida, nos mira –con infinitas preguntas-, incrédulo,
perplejo, el homo sapiens, todavía en sus manos la geometría de su trabajo creador, haciendo
herramientas para el hacer de su vida,
y a su vez, para seguir construyéndose a sí mismo… Y como lo hacen ciertas
arañitas del trópico tejiendo retejiendo su telaraña ¿el hombre podrá retomar y
rehacer creativamente el hilo de la “tela” de esa historia que dejó el homo? Y si esta tarea en el tiempo
porvenir ha de emprenderse, obviamente, creemos que es, y siempre será, una
tarea-aventura hermosa que tocará realizar el niño…como éste que vemos del
futuro, lector de los espaciostiempos en las hojas de otoños de la vida que
viaja en las ondas del Universo.
Y como este verano que canta el violín, después de vivir alegre su primavera, llama al otoño para
continuar en él su vida y seguir hasta el invierno, donde ha de gestar su resurrección
para nacer otra vez luminoso como primavera –las 4 Estaciones de Antonio
Vivaldi-, igual el niño viendo delante sus caminos en los espaciostiempos para hacerse
hombrehumano, pero él sabe que deberá resolver EPIGRAMAS para llegar a su meta,
como el que está contenido en este
pequeño video que una mujer –Mery Sananes- que ama, y por eso, vive, me lo hace
llegar pidiendo al hombre de este tiempo que resuelva… Y ¿por qué no atreverse volar el hombre como estos pájaros…? que seguro lo habrá de hacer el niño y siempre lo hace la estación verano.
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