Pero qué
jodas!
¿no viste mi
recado?
Aun amando
la vida
tuve que
ensillar mi burro
y sobre su
lomo partir
pero dejé
vivencias
que marcan
la senda
de mi Ser
vivo
en quien me
guarde
para
encontrarnos y
otra vez contar
cuentos
de la vida
que viví y
vivo en los
que me aman
Una
mañana, por el balcón, mi mirada saluda al alba, apurada en irse en sus trazos
de crepúsculos rosas. Y mis oídos al percibir la brisa, inventa remotos cantos
de gallos, que nítidos me llegan, unos detrás de otros, marcando distancias. Y entre esos cantares, escuché su voz -¿ahh!, pues, y por qué no viniste?... Y le
veo venir, dibujándome su media sonrisa, como apartando nubes, firmemente
aferrado a su bastón, pisando el duro suelo de tierra, como diciendo, sobre ti
sigo viviendo…, y sentarse en su silleta…-asina
e’, he llegado…, anunciando cosas por contar, su sencilla fantasía de sus
cuentos que hacen sabrosas nuestras conversas, substancia que cimenta nuestra
amistad. Pero esa pegunta la dejé flotando…
Y fueron
noches y tardes de gratos días, intercambiando conversas. Hoy, vivencias muy
mías. Y hablo en presente, no en pasado, porque Don Anselmo, él cultivador,
está conmigo… Y Recuerdo cuando le iba ver a Maracay, y siempre su picaresca me
recibía…anjá ¿ya llegaste? Y para
picarle la lengua, le respondo… -no que
va, todavía vengo en carretera! –Ahh!, que joda, eso ta’ bueno…,
incorporándose de su silleta, a puro pulso de sus fuertes brazos, para
entregarme su amorosa palmada… -pero, coño
chico, agarra el bastón…Y me responde…--no
que va, ese cojo ya ta’ cansao, y no se apea de allí…
Por
lo general, siempre está animado, aunque en verdad, después de la partida de su
amada Julia, se había achicopalado un poco, y algunas veces su mirada se perdía
en la distancia… -a vaina, pues, ¿y ese
ánimo? -–anjá, pa’ que vivir tanto…
-no, no la cosa no es así, mira que lo queremos mucho… Y recuerdo, una
tarde, ya casi noche, cuando me despedía –ya
sabes que te queremos mucho…, mientras lo abrazaba. Y él me respondió –-asina e’, pero yo te quiero mucho más…
-¿cómo es la vaina? ¿más…? –-ah, pues
claro, si yo soy ma’ viejo que tú… Y diálogos parecidos nos enlazaban cada
vez más, cuando llegaba o me despedía.
Y una
vez, allá en su rancho, lo encuentro contento porque ya habían caído unas
cuantas lluvias…-caramba, como que vamos
a tener cachapas! --Negro, no vayan a oírte porque esas “caballas” pueden irse
por donde vinieron…mejor esperemos!... -Carajo, pero que pesimista estás…--no,
no que va…, es que perro duerme echao, asina es… Y la verdad, es que Don
Anselmo pasaba el tiempo esperando las anheladas lluvias. Que recuerde, eran
inviernos tardíos. Y categórico dice…, --es
que el tiempo, ahora, está echao a perdé… Y con cierta picardía me mira…--lo
que pasa negro es que la pava existe…--ya por ahí, en la mañana estuvieron unas
pavitas…Y me hice el desentendido, como quien no había escuchado.
Pero
le digo… -Don Anselmo, se jodieron los
espantos… --guá! y eso por qué? -Bueno, porque, como tú sabes, ya estamos en luna
llena, y con ese cielo alumbrado, no hay espanto que salga…--qué cres tú… es
con esa luna que salen los que más espantan, y salen con ese bojote de luces
encima…y en verdad, es como pa’ bajarse del burro o del carro –según donde
vengamos-, y salir corriendo espantao por
donde se encuentre camino, dereeechito… pa’ el monte na’, ni de vaina…
Y
después de los saludos y abrazos, seguimos hablando…-pero, con la luna nueva, o noche sin luna en el cielo, es el gusto de
salir los espantos. --Si, es verdad, pero en luna llena es la vaina pa’ no echá
la burra pa’ monte…Yo me acuerdo de unos aparecidos…, por allá por semana
santa, ni haciendo la cruz, dejaron de espantarme…Y en seguida, se dispone,
aferra su bastón, --y, negro, qué de
espantos… Y, yo, ni pendejo, enseguida agarro mi silla para oírle. Y él pide
su café a doña Julia. Y me digo, por dentro…, -coño, la noche va ser larga y buena…
Don
Anselmo, empieza su cuento, en medio de la noche fresca, --Yo no quería venirme, porque
ya era muy tarde, y aunque era noche de
luna llena, la verdad era que se veía una noche cerrá, y eso era muy raro…y sin
querer, me acordé de la “curva del perdón”, allá, donde hay tres cruces sembrá
por el Paso Real de Macaira…y le dije al sobrino, --no, no, mejor esperemos hasta mañana, mejor nos vamos de día…pensando
en esa curva, que sin llegar ya la veía en la carretera…-asina, e’, más de uno se ha
quedao sembrao… De Altagracia, veníamos para San José. Pero el sobrino,
insistió, y terco, ya había decido viajar… --y porque tenía que traer unos coroticos a la mujé y a sus dos hijitos…¿o
a la otra? Sabrá dios…-cuál?, le pregunto…--esa, la hija del compai Filomeno, que vive quebraita arriba… Y yo me
asomaba, y veía la noche, que no tenía que ser tan oscurana, porque era noche
de plenilunio. Pero al fin, cogimos carretera.
-Veníamos, íngrimos solos, pero yo le daba
conversa para tenerlo espabilao. Y veníamos calmados, pero con el apuro del
sobrino… --tío es que tengo que llegar
esta mismita noche… --unjú, y pa’ qué tanto apuro… -es que la comidita que
compré quiero que llegue fresca…también unos coroticos para los muchachos
--unjú, ta’ bien, pero sin apuro también llegan…Y sigo mirando aquella noche…y
me digo…¿pero por qué tan negra?, con aquella luna al lado de la carretera,
como si también corriera con nosotros… Total, veníamos en conversa animada. Y
entonces, mi sobrino coge la curva que era muy larga, y llegamos a ese trecho,
donde se ven las tres cruces, y arriba esa luna, grandísima… y nos persignamos,
casi sin darnos cuenta…
Y suspiré hondo cuando terminamos la curva.
Y de inmediato cogemos la recta, larguísima… ¡coño que larga!, me dije, por
dentro…, y se veía rara, blanca en medio de esa noche, un relumbrón anchísimo y
estirado, como foco de linterna…Y de repente, de improviso, mi sobrino, grita…cooño!!
que hacen esos carajos allá en el medio de la carretera…y yo también los miro…
--pero qué joda esa! Y ahí, en el centro de la carretera estaban esas cuatro o
cincos personas, todas vestidos de blancos, pero más alumbraos que velas de
muertos, un gran chorrión prendío, y casi encima, sobre sus cabezas, le caía la
luna, como una lechosa encendía. Y nos hacían señas, riéndose todos… a gritos
pelaos que paráramos, que paráramos --pero, que joda quieren!... Y el sobrino,
asustao, para no atropellarlos gira, bruscamente hacia la derecha… --coño, cuidao!...,
le grito, y yo cojo el volante, y siento que golpeamos algo como cuerpos o
bultos fofos…de vaina no nos fuimos por el voladero…
Y paré al borde de la carretera… pero cuando
miramos, asutaos y sin aliento, hacia atrás, para ver los cuerpos atropellaos,
o lo que había pasado, coño, no vemos a esas personas,… no había nadie…, solo
vemos unos palos dentro de un hueco grande, en medio de la soledad y silencio
de la noche…Eran palos con trapos para avisar, para alertar a los choferes de
ese hueco en medio de la carretera, pa’ que no fueran a caer en él... –pero, carajo!
la gente…a dónde fueron, qué se hicieron…nos decíamos, mirándonos unos a otros.
Y para colmo, vemos que sale del hueco, entre los palos, con toda la calma del
mundo, aquél perro flaco blanco y de mancha negra al costao, que de lejos
pareció mirarnos, con unos ojazos vidriosos que parecían un par de tizones…, y
poco a poco, sin apuro, se fue, se perdió en esa noche inmensa… --joda, qué
espantajo!
Y arriba, ya en su tamaño normal, estaba la
luna llena, impávida, como si no hubiera pasado nada…Y nosotros, sin pasar el susto,
metío en el cuerpo, nos tranquilizamos, y seguimos camino…y al fin llegamos a
casa, y contamos lo que nos había
pasado…Y resulta, que al fin y al cabo, nadie se acordó de los coroticos ni la
comidita fresca, a pesar del apuro por llegar, y fue al siguiente día que el
sobrino los entregó…bueno, eso fue lo que me dijo… Y ese espantao de esa noche,
fue la purita verdad, no es cuento… y qué vainón los de esas gentes ¿no?,.. concluyó. Y me miró, como para convencerse, que yo
había creído esa purita verdad.
Y en
eso me acuerdo, que don Anselmo, contando la aterradora aparición, dijo… yo tomé el volante…y más adelante me paré
en el borde de la carretera… Y de repente, le digo, -caramba Don Anselmo, yo no sabía, ni me imaginaba, que usted sabía
manejar…creía que solo montaba su burro… Y él, sorprendido, pero rápido me
responde… --cará, negro, y quién no! con
ese tremendo vainón…es que en verdad, en verdad, estaba asustao… joda! negro, que
susto me dio esa gente!..., rematando su explicación.
Pero,
de allá de la cocina, llega un corto diálogo, y nítida la voz de doña Julia… -y ese sobrino, quién será? -¿y Filomeno?
-Sabrá dios…Pero, no dije nada, solo miré a Don Anselmo… Y después, ya cerca de irnos a dormir, él, tranquilo, como seguro
de haber contado la pura verdad, agregó…,
-- Negro, pensándolo bien yo creo que, esa vaina nos salió, no para asustarnos,
sino para que apuráramos el viaje para llegar a casa, y entregar esos coroticos
que hablaba mi sobrino… que en verdad, yo nunca los vi…-ah!, entonces, Don
Anselmo, parece que el susto fue de gratis ¿no?…--asina, e’… Y satisfecho,
se arrellenó aún más en su silleta, y pidió a doña Julia, otra taza de café. Y
siguió comentando…
…-bueno, negro que te
pareció el susto. Fue la purita verdad que me sucedió. --Está bien –dije-… pero
yo sentí, sin quejarme, el tremendo embuste... -Yo también, tengo otra purita verdad que me sucedió, allá en mi
pueblo, en Carúpano… -asina, pues, échalo… y zas!, le meto también coñazo embuste…el cuento del ahorcado en medio
del río, sin mecate –que en otra ocasión contaré, junto a otros cuentos-, y Don Anselmo, al oírlo, vi en su cara que
acusó el golpe. Y como diciéndose así mismo…--pero ¿cómo hizo para ahorcarse en medio de esa aguazón, y sin mecate…? y solo digo, dirigiéndose a nadie…-anjá,
que jodas, ¿no?...
Y tiempo
después, en otro momento, de improviso… o ¿sólo fue la brisa?, sin mediar
cuentos, me pregunta… -¿por qué no
estuviste en mi partida? Quise evadirla, aunque en verdad la esperaba, y
solo atiné decir al aire, en verdad, a nadie, solo monólogo interior... --Don Anselmo, hondamente lo lamento…sé que
debería haber estado. Pero como tú suele decirme, también te digo… anjá, anjá,
qué jodas, ¿no?...
Don Anselmo para darle énfasis y veracidad lo que contaba se medio mecía en su silleta...-coño, se va caer...pero, inmediato se equilibraba firme con el bastón! Y entre
cuentos, la pasábamos bien y uno que otros chismes para dar picante a la conversa
–cuentos que en otra ocasión contaré, como el de los sacos de maíz amarrados en
la noche con culebras, creyendo que eran cuerdas, o el de la cochina parida sin
estar preñada, o el de su primer burro que cojeaba, y le prestaba su bastón, o el del arrendajo imitador -muy ingenioso
y bello- Era un intercambio: el me echaba, y yo también, claro, más él que yo.
Pero esa
pregunta, pesa… en mi ánimo la cargo, anda conmigo… Y una noche, bajo luna
cuarto menguante, nos fuimos tarde a dormir…arriba algunas estrellas, y abajo,
el rancho en silencio, un tanto solitario, a pesar de que hay gente. Allá la
enramada, callada, goteando melancolía… y creí percibir un bulto que se movía… -¿el burro? no, no creo… Y, meciéndome en
la hamaca, pensé en el conuco, cubierto ya de malojos marchitos y secos… -qué joda la vida, ¿no? --Asina, es…
A los
incrédulos y a los que no lo son. A los preocupados, y a los indiferentes, les
cuelgo este Epigrama:
En
este tiempo llamado de “vida”
ahora,
en paralelo van dos historias:
la del
hombre y la del animal camaleón
en la
del primero, simultáneamente él
“viste”
máscaras: tragedias a comedias
y de
comedias a tragedias…así anda
“viviendo”
como en “teatro” universal
¿y qué
de los amores que profesa?
El
camaleón ante cualquier estímulo
que recibe
o encuentre en el ambiente
inmediatamente
cambia de colores
para lograr
la continuidad de su vida
pero
sigue siendo el mismo camaleón
con
su único amor de un solo color
actuando
en el escenario naturaleza
donde
primero que el hombre desde
edad
geológica fundó su vida natural
y sin
máscaras aún la mantiene firme
¿por
qué historias tan opuestas?
¿por
qué, para qué máscaras en el hombre?
¿hacia
dónde van la del uno y la del otro?
y los
amores de uno y del otro ¿cuál
sentido
y dirección llevan?
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