jueves, 17 de mayo de 2007

ESTA HISTORIA NO ES LA MIA


Mi amigo y yo, esperábamos el metro-bus, cuando unos cornetazos llamaron nuestra atención. En la otra acera, en la esquina del semáforo dañado, se desarrollaba una particular escena: un viejito, ayudado por su bastón, intentaba, sin éxito, cruzar la avenida. Pero el apuro de los conductores se lo impedía. Por fin, un bombero, que por allí pasaba lo ayudó a pasar. Unas gracias y una bendición se le oyó decir… Y siguió camino, con pasos lentos y torpes, por el peso del tiempo, y bien abajo lo vimos desaparecer en el cruce de una esquina.

Y fugaz, como foto instántanea, en mi mente brota otra imagen, común de todos los días: un viejito -quizás el mismo que cruzó en la esquina- sentado en un banco de una plaza pública, donde, por hábito, o para calmar el hambre, o pasar el tiempo, pasa revista a su vida.

Pensé… él también, en una época fue hijo, niño jugando con otros niños, y seguramente, más tarde se hizo padre, y más adelante, abuelo. Sus hijos le darían nietos, y su descendencia, quien sabe, hasta donde llegaría. Todo un tiempo, esperanzas y promesas, contenidos en su menuda y vacilante figura… Y el trasporte aún no llegaba. Silencio fue nuestro diálogo, íntimo. Y a los pocos minutos, después, oía la voz del amigo

Dime una cosa hombre…¿Qué es lo que más lamentas en la historia de tu vida?

¿Qué…qué cosas dices?
Un momento… ¿Yo tengo historia?
¿La historia de este tiempo es la mía?
Y sin querer, dirigí mi mirada hacia donde había desaparecido el abuelo.

¡Si hombre, si tienes historia! ¡Esta historia es la tuya! ¡Que duda cabe!
Pero, si quieres, dejemos ese asunto de la historia para otro momento.
Pero contéstame… ¿Qué es lo que más lamentas? ¿Cuál es el suceso más triste de tu vida?

Está bien, amigo… Dejemos eso de la historia para otra ocasión. Es mejor… Pero ten presente que no puedo dejar algo que no es mío. Pero constestaré a tu pregunta…
Déjame pensar…creo que lo que más lamento, el hecho más triste de mi vida es…
un momento hombre, no me presiones, déjame pensar bien…Mira, yo lamento haber nacido en este tiempo.

¿Cómo? ¿cómo es eso? ¡explícate mejor!

¡Sí, lo que te digo…eso es lo más triste de mi vida! ¡Pertenecer a este tiempo es lo peor que me haya sucedido! ¡Estoy seguro de eso!

¿Y no has tenido alegría? ¿Eres un hombre triste? ¿No has llorado?

¿Cómo? ¿Qué no tengo alegría? ¿Qué soy triste? ¿Qué no he llorado?...¡pues claro que he llorado! Bueno… déjame decirte que…¡Un momento hombre, espera! Creo que me apresuré en darte esa respuesta. Tengo que pensar un poco más…-Y sola, furtivamente, la imagen del abuelo con su paso torpe volvió a mi mente. Y recompuse mi respuesta…
¡Eso no es cierto! No, no es cierto eso, ahora que lo pienso mejor, esa no es la verdad…

-¿Pero, qué es lo que no es cierto?

Mira, si yo no hubiera nacido en este tiempo, no estuviera aquí, hablando contigo, ni en ninguna otra parte. Sencillamente no existiría. Y eso, si es lo peor que me hubiera pasado…Entonces, existir, vivir, vivir, aún en este tiempo, es lo mejor que me ha sucedido. Es el hecho más alegre de mi vida. La verdad que vivir, pese a este tiempo, y contra este tiempo, es un oficio sabroso, feliz. Es lo mejor que pudo sucederme.

-¿Sabroso?, pero…

Si, sabroso, como gustar el alimento más suculento de la vida… Decididamente, ¡celebro haber nacido en este tiempo! Y mis hijas son la mejor prueba. Los hijos de mis hijas también. Y ver, conocer los tuyos, y los de los otros, es una reafirmación de ese fantástico hecho.Y también lo son los hijos de aquél hombre que viene a vender sus lámparas, y lo serán los hijos de sus hijos.

Indudablemente, estar en este mundo, precisamente en el justo tiempo, en el límite, cuando este tiempo, con su carga de dolor e injusticia, anuncia morir. Haber nacido en la proximidad del fin de este maltrecho tiempo es algo vital para celebrarlo. Decididamente, es el momento, el hecho más feliz de mi vida.

-¿Y qué es lo que te lo hace feliz? ¿Extraordinario?

El hecho grandioso de participar, de ser un testigo en el “entierro” de este tiempo,
el asombro inédito de ayudar en el advenimiento de otro tiempo diferente que lo ha de sustituir. Y en ese momento… ¡por fin, llegar a ser hombre verdadero! Dejar de ser un prehombre, un “cuasihombre”, como dijo el filósofo Juan David García Bacca:
¡ser, ente y ser, en una unidad indisoluble! ¡llegar a ser centro, al fin, del Universo!
vivir como ser concreto, individuo, y a la vez, universo.

-¿Y con quién cuentas para esa tarea gigante?

¡Conmigo mismo, y con mis hijos!
con los hijos de mis hijos,
y con los hijos de los hijos de mis hijos.
Y también, con aquél hombre hermano
que va a relevar al que acaba de llegar,
y con sus hijos, y con los hijos de sus hijos,
y con los hijos de los hijos de sus hijos
que seguirán en la carrera de relevo,
y con este hermano, siempre conmigo,
con sus hijos que también son mis hijos,
y los hijos de sus…

¡Ya! ¡párate ahí!, ya te entiendo hombre.
Sí, te creo… Es verdad, no eres un hombre triste. ¡Eres un hombre alegre! ¡has llorado!
Y seguramente ese llanto que has tenido es la mejor manifestación de tu existir, la manifestación de la esperanza siempre sostenida, la convicción íntima de que algún día vendrá el amanecer esperado. Porque, sencillamente, el llanto es el estremecimiento íntimo por la vida, de verdad, la vida que nace para vivir.

¡Ah!, ¿ya te diste cuenta que la historia de este tiempo no es la mía? …

¡Espera, hombre…no te vayas a enfadar!...
Ya te oí… Si, está bien, en otro momento lo discutiremos…

De acuerdo…
Pero, sépalo, de una vez,
que a pesar de este terrible tiempo soy un hombre que vivo con alegría.Y que en mi mismo, muy adentro de mí ser, en mi pequeña escala de vida donde me toca actuar,
vivo ensayando los atributos del nuevo hombre.

Finalmente tomamos el transporte, y desde lo hondo, un suspiro se me escapó. Y el silencio volvió a ser nuestro diálogo.

Por instinto, volví a mirar la esquina, por donde el abuelo, hace rato ya, siguió su camino.Y más adelante, quizás, buscando descanso, fue a sentarse en un banco de la plaza pública a mirar la vida pasar.Y mi mente revivió su imagen insegura con su tiempo a cuesta, como si su vida fuera un gran sacrificio. Porque él también fue un niño, y jugó con otros niños. Y fueron muchos sus sueños, sus esperanzas. ¿Y qué se les hicieron? ¿dónde quedaron sus días alegres ? ¿dónde andarán sus hijos? ¿y los hijos de sus hijos…y los hijos de estos hijos?


Y la pregunta, sola llegó… ¿cuánto tiempo aún más faltará para llegar? Seguramente, muchos hijos…, hijos de hijos. Los hijos serán la exacta medida para llegar, mucha carrera de relevo habrá de suceder. Y, ciertamente, esta es la vía más segura para llegar.


jaced

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